19 febrero 2020

Catalunya-España (2017-2020)

El 1-O cualitativamente no hubo un mandato de independencia, pero cualitativa y cuantitativamente hubo un mandato de negociación como una catedral. En lugar de eso, el Estado, después de su intento (fracasado o no tanto) de represión policial, se lanzó a la persecución judicial.

El 155 no terminó con las elecciones del 21-D, porque el independentismo venció en las elecciones. Un año más tarde, ya con Sánchez, pareció que llegaba un cambio en la rendija de la llamada vía de diálogo que fracasó a las primeras de cambio.

Después año electoral y la nueva grieta tras la sentencia del Supremo, 2020 se presenta de nuevo electoral en Catalunya, y por cierto, también en Euskadi. Año clave a la vez para demostrar un rumbo negociador real.

Hablando de ética

Dos entrevistas recientes en Diario de Noticias con reflexiones de calado

A Serge Portelli. magistrado honorario y ex juez francés, sobre la tortura (17-2-20).
A Javier Sádaba, filósofo y catedrático emérito de Ética, sobre la eutanasia y otras cuestiones. (9-2-20)

Eutanasia

La eutanasia será como el divorcio. Ambos recibidos inicialmente con rechazo por el conservadurismo impositivo. En cuanto se legalice, su valor se reconocerá transversalmente.

02 febrero 2020

Catalunya, elecciones 2020

Un dato que preocupa mucho al Estado y que en sentido inverso debería tener mucho más en cuenta JuntsXCat. Si el apoyo a la independencia fuese 60%, la correlación de fuerzas frente al Estado sería distinta. Ese porcentaje hoy no se da, aunque no es utópico. Sin unidad, estará más lejos de conseguirse. Pero la unidad requiere cambiar prioridades.

La historia de Torra ha sido una triste historia. Las razones serán divergentes, cuando no contrapuestas, pero la conclusión polisémica, amplísima.

La hemeroteca como sintomatología. "Están descabezados", presumió Sánz de Santamaría en diciembre de 2017. Cabe plantearse qué habría pasado si la primera línea hubiese liderado el post 1-O sin cárceles ni exilio. Porque la segunda línea es muchísimo más endeble.

En el soberanismo/independentismo catalán hace tiempo que se emite un mensaje diáfano, opuesto a sus éxitos pretéritos: el de una división que está derivando en cainismo. Desgaste que satura a todos/as, deprime a afines, y termina de certificar que el momentum no volverá en mucho tiempo.

En junio de este año se cumplirán 10 años del fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya. Diez años de una crisis que primero no se quiso ver, luego no se reconoció, y después se ha tratado de reprimir forzando costuras antes inimaginables. A ver qué ocurre en los próximos años, entre 2020 y 2030.

La España reaccionaria

Hay una potente extrema derecha en España, que debe considerarse un problema de Estado. Hay un neofalangismo en sus filas. La izquierda debe reflexionar sobre la necesidad de no darle publicidad gratuita. No es fácil, porque es noticia. La derecha debe plantearse si quiere considerarla de la familia, comportarse como la hermana mayor, la prima hermana u olvidarse de parentelas.

Este lamentable estruendo de la derecha y extrema derecha condensa una triple constatación: 1. La existencia de un nacionalismo español destemplado, radical o ultra. 2. Con querencias históricas no democráticas que han dejado demasiados sedimentos. 3. Apoyado en poderes fácticos. En ese sentido, esta derecha españolista tendrá dificultades en moderarse mientras no se modere la prensa españolista de derechas.

Esa derecha sufre de severo agotamiento tras su ciclo 2011-2018. Para disimularlo, optó por radicalizarse. El balance es palmario. Casado ha terminando haciendo de lanzadera de la extrema derecha. Y se le ha ido de las manos. El líder del PP no tiene hoy por hoy ni el empaque, ni la moderación, ni el padrino, ni el trabajo adelantado para debilitar a Vox. Mientras no asuma el riesgo de la deriva reaccionaria, Vox le arrastrará.

Porque lo tremendo es que el El 10-N apuntaló una clave de fondo: salvo un vuelco espectacular en el tablero, si Casado tiene un día posibilidad de llegar a la Moncloa, será en coalición con la extrema derecha. Solo o con Ciudadanos, que está en fase supervivencia, no podrá. Cs, en fase de desgaste del PP en el poder, sirvió ahondar o apuntalar en las contrarreformas y contrarrestar la fatiga de Génova. Ahora, con ambos partidos en la oposición, divide el voto.

Algunos números. En un mes se cumplirán 20 años de la mayoría absoluta de Aznar de 2000. Obtuvo 183 escaños y 10,3 millones de votos. El PP de Casado se quedó el 10-N en 89 escaños y 5 millones de votos. Sumados con los 3,6 de Vox y 1,6 de Cs + decimales salen los mismos 10,3.

Mientras, e gobierno de coalición que echa a andar dibuja una operación política novedosa y de envergadura. Si además de este activo previo, tiene conciencia de la necesidad de diálogo y reforzada vocación social, puede tener éxito. La derecha lo sabe y lo teme. De ahí su grito en el cielo.

Empieza la hora de la verdad para Sánchez e Iglesias, pero también para Casado. Esperar moderación en la bancada del PP, con Casado rodeado de Álvarez de Toledo, García Egea o Ana Beltrán, parece una quimera.