Hay una potente extrema derecha en España, que debe considerarse un problema de Estado.
Hay un neofalangismo en sus filas.
La izquierda debe reflexionar sobre la necesidad de no darle publicidad gratuita. No es fácil, porque es noticia.
La derecha debe plantearse si quiere considerarla de la familia, comportarse como la hermana mayor, la prima hermana u olvidarse de parentelas.
Este lamentable estruendo de la derecha y extrema derecha condensa una triple constatación:
1. La existencia de un nacionalismo español destemplado, radical o ultra.
2. Con querencias históricas no democráticas que han dejado demasiados sedimentos.
3. Apoyado en poderes fácticos. En ese sentido, esta derecha españolista tendrá dificultades en moderarse mientras no se modere la prensa españolista de derechas.
Esa derecha sufre de severo agotamiento tras su ciclo 2011-2018. Para disimularlo, optó por radicalizarse. El balance es palmario. Casado ha terminando haciendo de lanzadera de la extrema derecha. Y se le ha ido de las manos. El líder del PP no tiene hoy por hoy ni el empaque, ni la moderación, ni el padrino, ni el trabajo adelantado para debilitar a Vox. Mientras no asuma el riesgo de la deriva reaccionaria, Vox le arrastrará.
Porque lo tremendo es que el El 10-N apuntaló una clave de fondo: salvo un vuelco espectacular en el tablero, si Casado tiene un día posibilidad de llegar a la Moncloa, será en coalición con la extrema derecha. Solo o con Ciudadanos, que está en fase supervivencia, no podrá. Cs, en fase de desgaste del PP en el poder, sirvió ahondar o apuntalar en las contrarreformas y contrarrestar la fatiga de Génova. Ahora, con ambos partidos en la oposición, divide el voto.
Algunos números. En un mes se cumplirán 20 años de la mayoría absoluta de Aznar de 2000. Obtuvo 183 escaños y 10,3 millones de votos. El PP de Casado se quedó el 10-N en 89 escaños y 5 millones de votos. Sumados con los 3,6 de Vox y 1,6 de Cs + decimales salen los mismos 10,3.
Mientras, e gobierno de coalición que echa a andar dibuja una operación política novedosa y de envergadura. Si además de este activo previo, tiene conciencia de la necesidad de diálogo y reforzada vocación social, puede tener éxito. La derecha lo sabe y lo teme. De ahí su grito en el cielo.
Empieza la hora de la verdad para Sánchez e Iglesias, pero también para Casado. Esperar moderación en la bancada del PP, con Casado rodeado de Álvarez de Toledo, García Egea o Ana Beltrán, parece una quimera.
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