El recuerdo
del 1 de octubre ha erosionado al Govern. El independentismo más soliviantado presiona
a JxCat y ERC, que tratan de sellar la crisis. Mientras tanto, Casado redobla su estrategia
para intentar poner contra las cuerdas a Sánchez.
El Govern ha hecho aguas. Con un boquete
de tamaño considerable. Hoy domingo aparece taponado, pero el jueves se
barruntó incluso la posibilidad de hundimiento. Pese al sellado de última hora
entre Torra y Aragonés, la CUP augura que una legislatura tocada de muerte. La
excepcionalidad pesa y divide
sobremanera al independentismo, y la calle presiona. Aunque el propósito y la
necesidad de JxCat y ERC es aguantar hasta la sentencia a los dirigentes
presos, el desenlace del juicio se ve aún lejano. Demasiado tiempo por delante,
y unas elecciones municipales y europeas de por medio, con la batalla por
Barcelona como cartel estelar, si es que no hay también unas Generales, algo improbable
pero tampoco del todo descartable.
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