02 septiembre 2008

Qué contamos, qué ignoramos, y qué nos resulta indiferente

El filósofo Daniel Innerarity (en la foto, de filosofos.org) observa en el Diario Vasco una "dinámica habitual" en la política y en las empresas: "no saben lo que ocurre"






Desconocer la realidad por falta de interés, por orgullo o por temor. El vicesecretario general del Partido Socialista, José Blanco ha dicho que los españoles "viven mejor que nunca, aunque alguno tiene algún problema". Como si se contasen con los dedos de la mano. Retrato de un síndrome monclovita al cuadrado.


Este tipo de conducta está harto extendida. El dibujante de Diario de Noticias J.J Aós publicó la viñeta de abajo (23-8-08). El periódico se hacía eco de que según el Ministerio del Interior afgano, un bombardeo de Estados Unidos había matado a 50 niños y 19 mujeres. Aós tiraba de ironía a propósito de una rinoplastia a la que se había sometido Letizia Ortiz .





¿Con qué noticias nos indignamos?
¿Nos indigna saber que los Objetivos del Milenio a este ritmo se cumplirán en cien años en vez de en 2015? Nuestro catálogo de indignación es el de nuestros valores.

¿Sabemos qué son los Objetivos del Milenio*? ¿Indigna la deuda externa? ¿Indigna el hambre, el comercio injusto, las enfermedades resolubles, la violencia de género, la violencia a secas? ¿Indignan las pensiones de mala muerte, que 4 millones de españoles ni lleguen a mileuristas, o que dos millones y medio de europeos carezcan de hogar?

La pobreza extrema es el resultado de distintos extremismos. Un mundo que la consiente tiene muy poco de moderado. Si esta brecha no es humanamente correcta, se necesitan mecanismos distributivos correctores, pero ya, no dentro de cien años.
En la época de la fugacidad de las cosas, la pobreza extrema se enquista como un ingrediente permanente -pero de tercer orden- de la realidad mundial. Con un elemento añadido, como advirtió hace tiempo Bru Rovira en el magazine de La Vanguardia:

"hoy apenas existe un lugar de la Tierra donde los seres humanos permanezcan ajenos a lo que ocurre más allá de su propia realidad. El pobre sabe que es pobre. El rico conoce la realidad de los pobres. El enfermo de sida sabe que existe una medicación que puede salvarle la vida, y el que no tiene acceso a ella sabe que al otro lado del muro los enfermos sobreviven".

Viene a decir Bru Rovira que sabemos que somos unos privilegiados y tenemos miedo a perder nuestra posición. El mundo se parte entre el nosotros y los otros.
Un marco distinto, donde el derecho a una existencia digna esté protegido política y jurídicamente, debería ser el horizonte de todas las personas que apuestan por la convivencia y la democracia. El mundo es mucho más que un gran mercado, y hay necesidades básicas que deben estar cubiertas.

*Los llamados Objetivos del Milenio son progreso: acabar con la pobreza extrema, con el hambre, conseguir educación primaria universal, igualdad de género, reducir la mortalidad infantil y mejorar la salud materna. Hacer la guerra al SIDA, al paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del Medio Ambiente, y crear una alianza mundial por el desarrollo. Son metas tan elementales que teóricamente todo el mundo las suscribe. Son metas, al parecer tan secundarias, que llevan camino de no lograrse.