Artículo en Diario de Noticias (17-4-16)
Dice Bernardo Atxaga que
su Euskal Hiria, la metáfora de la ciudad vasca plural, no verá la luz.
Dijo Eduardo Galeno, fallecido hace ahora un año, que la utopía sirve
para caminar en un tránsito siempre incompleto. También la democracia es
un proceso inacabable, entrecruzado con la pluralidad; conglomerado de
puntos de vista y voluntades cambiantes que son las sociedades
pluridentitarias. En el fondo todas, aunque algunas especialmente, como
las del área vasconavarra. Llámenla Vasconia, Euskal Herria, Euskal
Hiria, o como quieran, con sus dos Estados, dos comunidades autónomas,
dos Navarras (Behera y Garaia, por de pronto), tres visiones nacionales,
tres nacionalismos, siete provincias o herrialdes, cuatro lenguas (como
mínimo) y dos sistemas y proyectos de jefatura de Estado, además de los
ejes izquierda-centro-derecha. Un archipiélago minúsculo ahogado en
mareas de incomunicación, pasados severamente enfrentados, y un presente
huérfano de consensos básicos, ni siquiera nominales; algunos de los
cuales no provocaban tantos quebraderos de cabeza hace décadas. Como el
hecho de que buena parte de la población navarra que no sabe euskera
asuma natural la existencia de la realidad latina o hispana, y rechace
de plano cualquier mención a ese espacio comunitario y no transoceánico
que comparte la lengua vasca, descrito en 1643 por el navarro Axular
como Euskal Herria. Hasta el punto que “vasco” pasó a ser de facto un
término proscrito fuera del nacionalismo, sustituido por vascófono, para
dividir en el pasado reciente al territorio y a sus habitantes, por
medio de una ley.