29 julio 2013

La crisis, según Josep Fontana

Historiador de 81 años, su pensamiento claro y directo lo convierte en una necesaria referencia intelectual

Entrevistado en el semanario El Temps (29-7-13, extracto traducido del catalán)

 "Hemos vivido una larga etapa en que nos hemos formado la idea de que el progreso era imbatible y que teníamos la historia de nuestro lado y que, por tanto, a pesar de todas las trabas que se pudiesen producir, todo acabaría yendo en el buen sentido. Eso se ha revelado falaz, no solamente por cómo están yendo las cosas, sino porque revisando la historia hacia atrás te das cuenta que ningún avance va a ser un efecto automático de fuerzas ocultas, sino el resultado de luchas concretas (...).

En la contraportada de su libro "El futuro es un país extraño" (2013)
 
"Lo que en la retórica con que se justifican las políticas de austeridad se presenta como un retroceso temporal destinado a superar unos momentos de dificultades esconde, en realidad, una alteración permanente de nuestros derechos sociales encaminada a liquidar definitivamente lo que queda del estado del bienestar y a asegurar la nueva sociedad de la desigualdad. La visión de la historia en que fuimos educados, que nos garantizaba un porvenir de progreso continuado, ha dejado de tener validez, y el futuro se ha convertido en un país extraño que habrá que descubrir y conquistar."


En su última clase como catedrático de la UPF: 

"Nos dicen que el problema ha sido que hemos malgastado dinero en escuelas y hospitales, pero el problema es la asunción por el Estado de la deuda privada, los créditos que dio la banca a los promotores y las hipotecas que dio a los ciudadanos para que les comprasen pisos a estos".
"Si para alguna cosa sirve la historia es para hacernos conscientes de que ningún avance social se considue sin lucha".

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En el diario Público (18-1-10) se sintentizó una conferencia de otro historiador Tony Judt , ya fallecido, dada en octubre de 2009, en el Remarque Institute de Nueva York.

"Más que buscar restaurar un lenguaje de progreso optimista, deberíamos empezar por reconocernos a nosotros mismos con el pasado reciente. Hoy, la tarea principal de los disidentes radicales es recordar los logros del siglo XX y las probables consecuencias de nuestra imprudente prisa por desmantelarlos. Los socialdemócratas, normalmente modestos en estilo y ambición, deben hablar de forma más enérgica de los logros pasados", y defender "la institución del bienestar como una cuestión de derecho y su disposición como un deber social".

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