La lógica económica impregna cada vez más las noticias y confunde lo importante con lo rentable, lo estructural con lo anecdótico, el servicio con el espectáculo. Es paradójico: en un mundo tan entrelazado y complejo se tiende a aligerar las noticias
El derecho a estar informado no es lo mismo que el derecho a tener la sensación de estar informado. Pensar, relacionar y documentar cuesta tiempo, el tiempo cuesta dinero, y las empresas informativas tienden a producir noticias con costes bajos, para un consumo rápido y sin esfuerzo, de usar y tirar, que capte una atención cada vez más liviana, que por eso regresamos a casa molidos y necesitamos escapes, que para eso vamos con tantas prisas, y estamos tan sobreestimulados, tan aburridos, tan redichos y desmemoriados. En un sistema competitivo, lo ligero vende porque entretiene, y en cambio lo importante requiere una atención que a menudo no tenemos.
Lo que entretiene aporta audiencia, de ahí el amplio consenso por los contenidos ligeros; . Los medios se hacen eco o interpretan determinadas realidades, pero también fabrican acontecimientos, alimentan júbilos y consternaciones, o producen ídolos y enemigos. Esta representación de la realidad (adormeciente la llamaba el teólogo Jon Sobrino) tiene mucho de irreal, al supeditar el periodismo a la búsqueda rápida de audiencia. Con la excusa de no ser “aburridos” telediarios de mucho éxito parecen haber tuneado el concepto noticia, al compás de una infantilización social que no casa con el análisis. Como dijo hace un tiempo un presentador, "los contenidos que han de explicarse se eliminan".
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