En política se habla mucho de normalidad y de lo normal, conceptos que sirven para marcar posición y legitimidad, pero discutibles
¿La “gente normal” quiere la condonación de la deuda externa para África?, ¿Defiende que se gaste menos en cuestiones militares? ¿Desea que cambien las reglas del comercio internacional? ¿quién es la gente normal? ¿dónde está la normalidad?
No está tan claro.
No está tan claro.
En cualquier caso, para luchar contra la desigualdad se necesita apertura de miras, para asumir un desafío pendiente, (reformando las reglas del comercio internacional, por ejemplo), avanzando en políticas redistributivas internacionales, y en conciencia democrática colectiva. Recordando que la libertad de los más fuertes acaba donde empieza la de los más débiles. Eso es alto civismo, eso es necesidad. A menudo, sin embargo, vivimos como si no hubiera futuro, o como si el presente fuese inmanejable y no tuviese capacidad de condicionar los años venideros. A corto plazo el futuro se presenta incierto, difuso. Y a largo plazo no lo veremos.
Tal vez por ello no hay grandes esperanzas colectivas, ni proyectos que alimenten tales esperanzas, según el filósofo Daniel Innerarity, lo que puede explicar las dificultades de distinguir lo importante de lo postizo, lo brutal de lo normal, y construir un mundo que diga no a los crecimientos pésimamente distribuidos y sí a una prosperidad mejor entendida (más extendida).
Para ello hace falta conciencia crítica. Para Innerarity (El País, 4-1-04): “muchas veces (la crítica) no se ha hecho bien, con escasa observación y demasiada seguridad”, por lo que “el peor enemigo de la crítica es la crítica misma mal realizada”. Advertía este filósofo que “los sistemas se hacen inmunes frente a la crítica asumiéndola” por lo que “no hay nada mejor para neutralizar una rebelión desde el poder que ponerse de su parte” ya que “la negación del sistema es introducida en el mismo sistema, que de este modo se hace inatacable”. Por todo esto, concluía, “la crítica intelectual resulta hoy tan exigente como difícil de realizar. Su eficacia crítica tiene poco que ver con la radicalidad de sus formulaciones y mucho menos con el convencimiento por parte de quien la formula de estar poniendo en apuros al sistema criticado”. Mantener una actitud abierta a la duda, no desentenderse de lo complejo, y no confundir crítica intelectual con agitación polémica superficial son algunas de las recomendaciones de Innerarity para poder hacer visibles nuevos aspectos de la realidad.
Saber más: El valor de la utopía
- "La utopía actual no es el proyecto completo y definitivo de una sociedad apartada felizmente de la historia sino la conciencia mantenida de que las cosas que hacemos, nuestros proyectos y opiniones, podrían ser mejores de otra manera y de que es bueno mantener esa probabilidad abierta aun cuando estemos casi seguros de que nuestra posición es inmejorable".
Daniel Innerarity, Diario de Noticias (29-10-03)
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