La desmesura neoliberal provoca recesiones humanas
“Los indígenas soñamos con morirnos de viejos”, dijo Guzmán Cáisamo, vicepresidente de la organización Indígena de Antioquía. La falta de esperanza de vida es inseguridad ciudadana a la potencia.
Sin embargo, aunque se sabe qué pasa, y se sabe para que no pase, como mucho los gobiernos del Norte se compadecen un poquito y reconocen que la situación es inaceptable. Consenso estéril y neutralizante si desde la política no se ponen más medidas para romper la costumbre.
Y no se toman porque redistribuir es un infinitivo de altísimo riesgo: ¿cambiando las reglas comerciales se ganan elecciones o se corre el riesgo de perderlas? La macro desigualdad pareciera un micro problema, y su indignidad no produce indignación. La deontología política no se renueva ni se revisa. La equidad internacional no emerge porque el debate se detiene en el crecimiento. Cierto es que la proporción de personas en extrema pobreza desciende, pero el coste humano sigue siendo tan alto como injusto. La desnutrición debería ser un anacronismo, pero su perdurabilidad demuestra lo difícil que resulta consensuar valores de convivencia.
El neoliberalismo abraza la competencia, pero como mínimo se muestra romo con la concurrencia desigual de poderosos y desprotegidos. Cuando no hay regulación que atienda los derechos laborales, se distorsionan los precios, y hasta la misma economía, convertida en abono de injusticias. Alpha Oumar Konaré, (en la foto) expresidente de Mali y de la Comisión de la Unión Africana, decía en junio de 2006 en la revista Mundo Negro: “Uno de nuestros dramas es que nuestras materias primas se venden a unos precios que nosotros no fijamos”.
Sin garantías sociales, malestar para unos y beneficios casi garantizados para otros. Otra economía debe ser posible, menos lucrativa para algunos, más justa para todos. En 2002 la entonces presidenta de Médicos del Mundo Pilar Estébanez oponía en el número 96 de la revista Temas para el Debate el término universalización frente a globalización, para comprender que “antes que por mercancías y beneficios el mundo está formado por personas y por culturas”.
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