Cuando lo propagado en el pasado aún influye en el presente
"Todos los españoles tenemos el deber de imitar a Franco". Extracto de la narración del primer NODO, enero 1943
"No es español quien vacile siquiera en la adhesión incondicional a ese hombre y su magna tarea de Reconquista". ABC Sevilla, 11-5-37
Estudié en la universidad la "época" franquista y aprendí cosas como que Franco había sido un "estadista instintivo", constituyendo "un régimen autoritario personal", donde las "apariencias totalitarias" las "permitió" temporalmente en parte "como estrategia de imagen", o que la represión tras el final de la guerra "obedecía a la necesidad" de los militares sublevados para "encontrar a los responsables de la tragedia".
El franquismo ha dejado más huella que lo que se cree, y para mucha gente resuena aún a razonable. Piénsenlo un momento. Casi seguro que conocen a alguna persona molesta porque la dictadura deje de ser un monumento, o que defienden el franquismo por necesario o grato, o tiene más presente los pantanos que a los fusilados. Tanta y tan persistente legitimación para un tipo que dijo que la democracia “dividía a los españoles”, constata a mi juicio tres realidades:
1. Que algo ha fallado o ha quedado incompleto en la construcción democrática.
2. Que la "generación de la democracia" ha sido educada en buena parte por una generación educada en el culto a la personalidad de Franco.
3. Que el nacionalcatolicismo del régimen influye todavía hoy en el juicio amable de muchos católicos y patriotas.
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