Hubo una España altiva ante personas del campo que probaron suerte en la ciudad. Hay una España azuzante y prepotente que renueva desdén hacia los nuevos llegados
En España, hay gente que califica a los inmigrantes de “invasores", que vienen “a vivir del cuento “, “de puta madre sin dar un palo”, que “saquean nuestra seguridad social”, y “son perezosos”. Gente que cree que la inmigración “es el problema más grande con el que se ha enfrentado nunca España”, o que considera que a los inmigrantes se les trata "demasiado bien" y "sólo falta que protestaran".
Desmemoria, xenofobia y desfachatez a partes iguales expresada en internet.
Desmemoria, xenofobia y desfachatez a partes iguales expresada en internet.
Según el último barómetro del CIS, del mes de octubre: la inmigración es hoy el principal problema para los españoles, en concreto para el 25,5% de los encuestados; el paro obtiene el 17,9 % de las menciones y la vivienda el 11,9%. Sin embargo, cuando lo que se pregunta es "cuál es el problema que a Ud., personalmente, le afecta más?" la vivienda obtiene el 13,9% de las respuestas, el paro el 12,2% y los problemas de índole económica el 11,46%. La inmigración se queda con el 7% de los votos. Diferencia importante, y no es la primera vez que ocurre.
Fueron tres millones de españoles, nada más y nada menos, los que carcomidos por la situación económica, política y social del franquismo, emigraron hace décadas a Europa bajo el instinto de la supervivencia. En mayo de 1980 la revista semanal Triunfo, referencia política de primer orden en los setenta, publicó un reportaje sobre la vida de emigrantes que aún permanecían fuera de nuestras fronteras. Uno de los entrevistados, de nombre Emilio Estévez, se desahogó con un relato tan crudo como trágicamente contemporáneo:
"Cuando salimos de España hubo mucha gente que se montó en el tren sin maleta, sin ropa de ninguna clase. Y llegamos a Bélgica, al Consulado, y allí en lugar de acogernos, nos daban una carta, que teníamos que renovar cada tres meses. Por esa carta nos cobraban 35 francos, cuando en 1962 ganábamos 24. Mientras había belgas que nos daban sábanas y mantas para que nos pudiéramos arropar, en el Consulado...(...)"
No es lo mismo marcharse que tener que marcharse. El impulso del ser humano por superarse, vencer las penalidades, sobrevivir y proteger a los suyos es irrefenable. A nadie le debería extrañar que en un mundo que se vende globalizado, pero que no ha llegado ni a cotas de buena vecindad, con unas cuotas de bienestar históricas pero parceladas, las personas con juventud, iniciativa y capacidad de superación, dejen atrás entornos que lejos de asegurarles el futuro, les condenan a la falta de bienestar.
La emigración y por ende la inmigración son una consecuencia lógica de un mundo rotundamente dual. El fenómeno migratorio se ha convertido en un instrumento reparador de desigualdades, gracias a las remesas que envían a sus países de origen los inmigrantes. También, en un elemento dinamizador de la situación financiera de los países receptores, casi siempre afectados por una población envejecida.
"Cuando salimos de España hubo mucha gente que se montó en el tren sin maleta, sin ropa de ninguna clase. Y llegamos a Bélgica, al Consulado, y allí en lugar de acogernos, nos daban una carta, que teníamos que renovar cada tres meses. Por esa carta nos cobraban 35 francos, cuando en 1962 ganábamos 24. Mientras había belgas que nos daban sábanas y mantas para que nos pudiéramos arropar, en el Consulado...(...)"
No es lo mismo marcharse que tener que marcharse. El impulso del ser humano por superarse, vencer las penalidades, sobrevivir y proteger a los suyos es irrefenable. A nadie le debería extrañar que en un mundo que se vende globalizado, pero que no ha llegado ni a cotas de buena vecindad, con unas cuotas de bienestar históricas pero parceladas, las personas con juventud, iniciativa y capacidad de superación, dejen atrás entornos que lejos de asegurarles el futuro, les condenan a la falta de bienestar.
La emigración y por ende la inmigración son una consecuencia lógica de un mundo rotundamente dual. El fenómeno migratorio se ha convertido en un instrumento reparador de desigualdades, gracias a las remesas que envían a sus países de origen los inmigrantes. También, en un elemento dinamizador de la situación financiera de los países receptores, casi siempre afectados por una población envejecida.
Más información:
- "Las remesas de los inmigrantes equivalen al 90% de la inversión extranjera directa" La Vanguardia, 5-5-03
- "Se ha vinculado el desarrollo de los sesenta a la imagen del Seiscientos, mientras que los dos millones de emigrantes a la búsqueda de un trabajo en el extranjero es un hecho que ha quedado desvinculado de la política económica que se hizo entonces, como si esto no tuviese nada que ver con la dictadura y su forma de administrar la economía".
Marta Rovira i Martínez (traducido del catalán), actas del congreso "La Transició de la dictadura franquista a la democràcia", Barcelona, octubre de 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario