Respetar la índole propia de cada cosa pasa por cuidar el uso del lenguaje
No es lo mismo suceder o relevar al PNV que "evacuarlo", por ejemplo. Publicar que Juan Pablo II criticó la guerra de Irak “de manera radical”, que los obispos españoles fueron en este asunto “muy duros”, o que su colaboración con Franco en los primeros años de dictadura fue "prudente", revela un problema comunicativo serio. Escribir que hay un “pacifismo derrotista”, que España "nunca será" "una verdadera democracia mientras mantenga la incertidumbre entre nación y nacionalidad”, o que las torturas en Guantánamo y Abu Ghraib son un problema de “nominalismo de difícil solución” destapa un déficit de ecuanimidad tremendo. Cuando la tortura pasa a ser una “técnica” de interrogatorio si se actúa con “buena fe” (la desvergüenza como supuesta coartada), el lenguaje y la realidad se intoxican. Cuando se publica con evidente maniqueísmo que salvo en Euskadi y Cataluña la derecha no tiene tradición ni cultura democrática, sino guerracivilista, se hace un mal servicio a la realidad y a la convivencia. Cuando se afirma que "la sociedad española" era "políticamente neutra" en 1974, un flaco favor a la memoria histórica. Por cierto, por mucho que se hubiese dado, que no se dio, una apertura consistente, el adjetivo "generosa" está demás. La democracia no es cuestión de generosidad, sino de libertad y derechos.
Saber más: Saber leer
- En diciembre de 1972 Cambio 16 publicó su número 36 con la foto de un birrete y el titular, "Derecho, a votar". Tres palabras que sin coma y sin foto, en aquella época hubiesen traído complicaciones al semanario.
- En diciembre de 1974 un artículo en un periódico destacó el "navarrismo integral" de un escritor falangista. Integral no es lo mismo que integrista, pero lo primero puede convertirse en lo segundo. En un diccionario se afirma: "sus novelas destacan por la combatividad e incluso por su apología de la violencia. Dentro de su parcialidad, sus obras poseen una autenticidad y un coraje moral notables".
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