07 mayo 2018

Se acabó

Llevábamos décadas esperando el final de ETA. Lo acariciamos en marzo de 2006, pero el atentado de la T4 y los siguientes se llevaron por delante esos esbozos de alegría. Doce años después ETA se acabó, ya, por fin. Un final al que se le pueden poner muchos peros, previsto además desde 2011, pero final al fin y al cabo. 


Empieza una nueva etapa, sobre la necesidad de desarrollar una conciencia ética común por la no violencia. El paso del tiempo pasó factura sobre ETA y el paso de más tiempo acentuará la conciencia de su injustificable y salvaje trayectoria. Las siglas de ETA irán asociadas irremisiblemente a las consecuencias de sus acciones: escenas de sangre, luto y dolor que quedan para la historia. Comienza un nuevo tiempo que debe basarse en la conciencia sobre los derechos humanos, empezando por el de la vida. No en conveniencias utilitarias supeditadas a construcciones nacionales.  Ni vascas ni tampoco españolas, por cierto. Un tiempo que deberá manifestar en la máxima empatía por las víctimas. Todas, las más mediáticas y las más desconocidas. Siempre falta empatía con cualquier colectivo que sufre lo que los demás no padecen. En el caso de los familiares de los asesinados, la ausencia permanente, irreversible, el vacío, ese hueco imposible de rellenar.

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