01 mayo 2018

Rivera

Hace dos y tres años, los paralelismos entre Albert Rivera y Adolfo Suárez, aunque muy forzados, eran habituales. Hoy moverían más a la sonrisa, o a la risa. Y es que lo que se vislumbra es más una suerte de Aznaridad sin Aznar. Rivera se derechiza al compás de su subida en las encuestas. Cuando le anuncien bajada, tratará de volver a vender centro, pero ya le resultará más difícil.

En Rivera, ideologías aparte, siempre hay un rasgo de incontinencia verbal como de recién llegado, que en un momento o en otro le resta aspecto de presidenciable. Bien por veleta, bien por extremista.

Alguien que categoriza a profesores como "maestros separatistas", alguien que habla "del golpista Puigdemont" no es de centro, y al contrario de lo que promete, su proyecto garantiza división. Para Rivera (2017) la 'España plurinanional' es "hacer el juego a los separatistas".


Rivera no es ningún muñidor de unión, pero sabe que ese marco le resulta muy rentable para ganar votos. 'Unionismo' que cercena su propia pluralidad. Imposible que una. Eso sí, Ciudadanos sabe, por mucho que se desplace a la derecha, que la carta final de pactar un Gobierno con el PSOE ni ha desaparecido ni desaparecerá. Y que Sánchez tendrá difícil decir no.

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