Serenidad, sentido común y talante democrático para reconocer la complejidad de gestionar la pandemia a medida que se recrudece y se alarga. Ante el torrente de emociones que nos embarga y de enmiendas a la totalidad, es deseable un suplemento de racionalismo y madurez política.
En estos tiempos, el relato ya no es aquel poderoso instrumento político que fue hasta hace poco. Quien lo olvide quedará muy penalizado. Izquierda y derecha van a estar examinados por una realidad descomunal, que lo tritura casi todo.
A la política le pedimos firmeza pero no arrogancia, crítica pero no amargura, teatro pero no sobreactuación, réplica pero no puerilidad, visibilidad pero no efectismo. La línea a veces es más fina de lo que parece. Incluso a menudo resulta contradictoria.
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