Todo el mundo habla de integración, pero la inmigración se agita en España como un factor de desgaste de la sanidad y la educación públicas por el principal partido de la oposición. Todo el mundo habla de solidaridad, pero su peso político es tan ligero como para que la cooperación al desarrollo pasase prácticamente inadvertida en el primer debate entre Zapatero y Rajoy. Todo el mundo habla de ética, pero la educación para la ciudadanía es un arma arrojadiza.
Por eso es tan necesario que las organizaciones sociales defiendan sus valores con más brillantez. Hablar distinto y atender al lenguaje, incidir. No hay exceso de información en las ONG, sino de retórica promocional, argot técnico y lugares comunes. Y así es más difícil hacer cooperación sin paternalismo, y ser un lobby incisivo para que las cosas cambien.
Saber más: Por una redefición del éxito y del fracaso económico
Dos conceptos que se deberían revisar a la vista de la macro desigualdad mundial. Sin embargo, arraiga un neoliberalismo que desdeña debates relacionados con la justicia social, la ética y la cultura de paz, porque son un freno para sus intereses
- El porqué o el para qué de la política y la economía
Por qué hay paraísos fiscales en vez de paraísos sociales. Por qué la ecología tiene más fuerza que la equilogía; por qué no hay carrera de desarme, sino armamentista. Por qué las materias primas no cuestan lo que valen y la deuda no se extingue nunca; por qué se confunde a los humanos con mercancía, y las promesas fúnebres cosechan tantos votos. Por qué no se prestigia más a Noruega, Suecia, Luxemburgo, Holanda y Dinamarca por superar el 0,7 del PIB en Ayuda Oficial al Desarrollo.
- Vivimos en una carrera de naciones y empresas. Una plutocracia de poderes conservadores (en el sentido más literal de la palabra) cuyos intereses prioritarios, lejos de corregir desigualdades, van en la línea de desentenderse de necesidades humanas básicas.
- No se trata de establecer una política económica sobre la base de la compasión, sino del respeto a la dignidad humana. No se trata sólo de ingresar dinero, sino también de ganar justicia. Ahí está el verdadero éxito económico. Por eso no se puede hablar de economía internacional sin hablar del hambre en el mundo. No se puede pero se hace. Puro tancredismo.
- Ya lo decía el periodista Michel Collon. Vivimos en un mito que hace olvidar el conflicto Norte Sur, tal vez porque la codicia se envuelve de razón de estado y patriotismo. Nuestro pensamiento sigue programado en clave nacional o estatal.
- La cuestión Norte Sur es un tema central y no lo parece. El hambre es erradicable y tampoco lo parece. Como si fuese un fenómeno desconectado de la economía, una variable estadística, y no generase millones de víctimas y sufrimiento. Como si no se tratase de una emergencia y no hubiera esperanza.
- El desarrollo se observa en clave de filantropía más que de política exterior. En clave de incumplido 0,7 y no de 99,3. Hay intereses múltiples para encoger la magnitud de estas cuestiones. Los compromisos se incumplen sin temor a perder elecciones, y las tertulias, rebosan de otros asuntos, que son los que nos importan y nos entretienen, aunque sean de calado menor. La primera generación capaz de erradicar la pobreza no tiene prisa en hacerlo.
Para el filósofo Daniel Innerarity, «un proyecto político tiene que encarnar una esperanza, razonable e inteligente, o no pasará de ser más que la inercia necesaria para seguir tirando». La comunicación para el desarrollo suele buscar más la compasión que la rebeldía democrática. La cronificación de la desigualdad extrema provoca escepticismo, y apuntala la desesperanzadora impresión de que la extensión masiva de los derechos humanos a medio plazo es escasamente factible. Sin embargo, 60 años después de su proclamación ya toca protegerlos y respetarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario