Elecciones. Ya llegan. Por fin; con su galimatías de necesidades, y cortejos. Con Iglesias por Sánchez y Sánchez sobre todo por Rivera. Con Rivera por Sánchez, pero también por Cifuentes, porque el “cambio” para Ciudadanos es que el PP “se sume al
cambio”. Y con Rajoy, fiel a su trote y a su plan de coalición contra “los malos”.
Un producto cartesiano, tras
medio año de campaña. Madeja enredada desde diciembre que se ha pretendido
desanudar a base de estrategia. Fuertes dosis de impostura que dejan la
impresión de un PP superviviente, un PSOE taponado o herido y una izquierda acariciando
el viejo sueño de Anguita gracias a la inserción con Podemos, que deja en línea
rosa el referéndum catalán, desteñido por el sol del sorpasso y la intemperie de
la división independentista.
En frente, esa derecha que suele
practicar el `populismo´ y alejarse de la `moderación´, critica lo primero y presume de `sensatez´, con el `gobernar no
es fácil´como comodín. Mientras, Rivera y Ferraz (y por supuesto Susana Díaz) comparten trozo de caladero. Rivera habla de los constitucionalistas´ como en tiempos de Redondo e Iturgaiz, y Sánchez, o muy justo de fuerzas o forzando al límite la máquina, se erige "alternativa entre lo malo y lo peor"
tras mencionar por este orden al PP y a Iglesias. El PSOE incluye en el “progresismo” a Ciudadanos y el paradigma encoge otra talla, y se vuelve más curriño.
El domingo la campaña no toca a su
fin, porque es permanente y solo devora capítulos al ritmo de
las redes sociales, en presente continuo. El lunes 27 comenzará el de los
pactos, en tiempo de asueto, refresco y siesta. El ideal para si
es caso comulgar con ruedas de molino, entre la canícula y el hastío, y evitar por medio de cualquier fórmula la
sola hipótesis de unas terceras elecciones y esa maledicencia del `España va
sola´.
Sean cuales sean los resultados y
la gestión del 26-J, tras
la conquista del poder hablará el Poder con mayúsculas. El del caballero don dinero. El
jerarca.