Con la foto de Mas,
Ortega y Rigau en un juicio con trazas políticas, el Procés recarga baterías en
su recta final. Y se nutre nuevamente de la torpeza de una restrictiva forma de
entender España y la idea de autonomía, que no considera el cambio de paradigma
existente en Catalunya y lo reduce una y otra vez a una erupción transitoria. La
suficiencia provoca en esta vida graves errores de cálculo, lo mismo en las
crisis de Estado que en las de pareja. En torno a Catalunya una amplia parte de
la sociedad española sigue abonada a un conservadurismo sin asomo de dudas y a
menudo despreciativo, pese a las señales de hondo declive. Es posible que su
visión de la realidad aguante, pero también que se resquebraje, y es esta segunda
hipótesis la que parece desterrada de todo cálculo, salvo para hablar de intervenir
la Generalitat e impedir el referéndum. Como si el españolismo hegemónico pasara
de una seguridad ufana a un miedo atroz en cuestión de un minuto.
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