La convivencia se practica y se comunica, con lenguajes que transmiten valores
Hay muchos ámbitos de convivencia y muchas formas de entenderla. Por ejemplo, con el llamado Tercer Mundo, tercero porque existe un primero. Convivencia con las causas de la macro desigualdad; con la inseguridad de la falta de alimentos, agua potable o medicinas.
Convivencia con la desigualdad y la pobreza en nuestras propias sociedades.
Convivencia con los
tópicos, los lugares comunes, los disensos y antagonismos, los conflictos, los clichés. Convivencia con la pluralidad social.
Convivencia con el sufrimiento y la
violencia; con la pluralidad y la diferencia identitaria(adscripción
nacional, política, religiosa o cultural)...
La convivencia empieza en
nuestros cerebros. Nuestras mentes reciben cada día toneladas de léxico. No debemos dejarnos manejar por el lenguaje sin
comprender bien su significado. Pensar en la convivencia requiere también indagar y revisar nuestro lenguaje. Deconstruir
las palabras para rastrear el fondo de las cosas. Leer más y tener
la voluntad de no dejar de aprender.
De capacitarse en un consumo más
reflexivo y sólido de la información, depende también la convivencia. La
lectura atenta y comprensiva
es una forma de potenciar nuestra capacidad de escucha, y por tanto de
mejorar nuestra comunicación. En una sociedad tan compleja y dinámica,
nadie nace, pero ya tampoco nadie muere, aprendido. Eso significa ser
consciente de nuestros límites, pero también una manifestación de
honestidad y rigor. En esta vida, para ser influyente, además de incidir
en los ya convencidos hay que tratar de llegar a un público o base
social más amplia, no sólo
fidelizar a la que ya tenemos.
Los autoritarismos parten de una pretensión irrealizable a largo plazo:
anular o negar la diversidad utilizando la violencia y la desinformación
para imponer su uniformismo. Los autoritarismos apelan al miedo,
generan miedo y hasta sienten miedo, porque en su inflexibilidad está a
la postre su propia decadencia. Ya sea de izquierdas o de derechas,
cualquier imposición aguanta mal el paso del tiempo, el discurrir
demográfico de las nuevas generaciones. El autoritarismo es
esencialmente sedentario, y tiende a recurrir siempre a una misma
fórmula, porque concibe la realidad como algo previsible e inmóvil,
cuando la suma de millones de circunstancias da lugar a cambios e
imprevistos.
Contra la tentación autoritaria, más ejercicio intelectual.
La imagen, de Wikimedia
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